1. Un viaje solitario a Villette 1. Un viaje solitario a Villette Lucy Snowe era una joven veinteañera que se encontraba completamente sola en el mundo. Su familia había desaparecido, sin nadie a quien recurrir y sin perspectivas en Inglaterra.Pèreo Lucy no era de las que se quedaban de brazos cruzados lamentándose. Decidió jugársela y probar suerte en el extranjero.Lucy no nadaba en la abundancia. Sus ahorros eran tan escasos como los de un ratón de iglesia, pero juntó hasta el último céntimo y compró un billete para un barco con destino al continente. Al embarcar en aquel viejo cacharro, el corazón le latía con tanta fuerza que pensó que se le saldría del pecho. El barco crujió al zarpar, como diciendo: "Muchacha, ¿ en qué lío te has metido?"Ese viaje distó mucho de ser un crucero de placer. La madre naturaleza se desató y violentas tormentas zarandearon el barco como si fuera un juguete en una bañera. La pobre Lucy pasó la mayor parte del tiempo hecha un ovillo en su litera, sintiendo que sus entrañas bailaban la conga.Tras una eternidad, el barco arribó a las costas de Labassecour. Lucy puso pie en tierra firme con las piernas temblorosas como un cervatillo recién nacido.El mercado parecía un manicomio. La gente corría de un lado a otro, gritando en una lengua que a Lucy le sonaba a chino. Los puestos rebosaban de colores y aromas que jamás había experimentado. Podría haber sido emocionante de no sentirse tan perdida y abrumada.Lucy se sentía ahogarse en un mar de desconcierto, pero sabía que debía mantener la cabeza fría. Respirando hondo, escudriñó la multitud en busca de alguien que no pareciera querer arrancarle la cabeza si le pedía ayuda. Sus ojos se posaron en una mujer de mirada amable y sonrisa que le recordó a su abuela.Lo que siguió fue probablemente el peor juego de mímica de la historia. Con una mezcla de francés macarrónico, gestos exagerados y pura desesperación, Lucy logró pedir indicaciones para llegar a una posada decente. Los ojos de la mujer se iluminaron como si hubiera resuelto un acertijo especialmente difícil y le señaló la dirección correcta.En la posada, Lucy se desplomó en la cama, como si acabara de correr una maratón. Allí tumbada, intentando averiguar qué demonios iba a hacer a continuación, captó una conversación que le hizo aguzar el oído como un perro que oye la palabra "paseo".Era como si el destino por fin le sonriera. El corazón de Lucy se aceleró de esperanza. Puede que no tuviera mucho, pero tenía su educación y su inglés nativo.Con renovadas energías, Lucy se acercó a las mujeres y les preguntó por la ubicación de la escuela. Se mostraron encantadas de ayudarla, le dieron indicaciones e incluso le dedicaron algunas palabras de ánimo.El camino que tenía por delante seguía siendo tan impredecible como el humor de un gato, pero por primera vez desde que había salido de Inglaterra, Lucy sentía que tenía un propósito. A medida que caminaba por las calles desconocidas, sus pasos se volvían más seguros.El sol se ponía cuando Lucy se acercó a las puertas del pensionado, tiñendo el cielo de naranja y rosa. Se detuvo un momento para contemplar el imponente edificio que podría ser su nuevo hogar. Parecía sacado de una novela gótica, todo piedra oscura y ventanas altísimas. El corazón de Lucy volvió a acelerarse, pero esta vez era una mezcla de emoción y nervios. Respiró hondo, cuadró los hombros y avanzó. A medida que se acercaba, el edificio parecía crecer más y más, y sus ventanas la miraban como ojos inquisidores. La pequeña maleta de Lucy parecía estar llena de piedras y pesaba más a cada paso. Pèreo ya no había vuelta atrás.
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