1. La llegada de la huérfana a Bleak House El corazón de Esther latía como un tambor mientras empaquetaba apresuradamente sus pocas pertenencias. Su mente se llenaba de preguntas sobre la misteriosa Casa Desolada que la esperaba. El viaje parecía interminable, cada kilómetro que pasaba se alargaba como una eternidad.Cuando Esther bajó, con las piernas temblorosas por el largo viaje, fue recibida por una sonrisa tan cálida y genuina que podría haber derretido la mantequilla.Jarndyce no era el típico tutor. Era más bien un rayo de sol andante y parlante, conocido en todas partes por su generosidad. Por la forma en que recibía a Esther, cualquiera diría que era una pariente perdida hacía mucho tiempo y no una huérfana que acababa de conocer.Pero un momento, Esther no era la única novata en Bleak House. Pronto conoció a sus compañeras de crimen, por así decirlo. Estaba Ada Clare, una chica tan guapa que podría haber salido de un cuadro, y Richard Carstone, cuyo encanto podía iluminar hasta la habitación más sombría.Juntos, salieron a explorar su nuevo alojamiento. Y déjenme decirles, Bleak House era cualquier cosa menos sombrío. Era como un laberinto gigante, lleno de habitaciones interminables y rincones secretos que pedían ser descubiertos. Mientras recorrían los sinuosos pasillos, Esther sintió que su timidez se desvanecía como un helado en un día caluroso.La vida en Bleak House nunca era aburrida, especialmente con el colorido elenco de personajes que parecían girar a su alrededor. Por ejemplo, el señor Skimpole. Este tipo llevaba su inocencia infantil como una capa de superhéroe, especialmente cuando se trataba de dinero.Luego estaba la señora Jellyby, su vecina, con un corazón tan grande como África, que, curiosamente, era donde parecía centrar toda su atención. Estaba tan absorta en sus obras de caridad africanas que su propia familia a menudo se sentía como si viviera en una jungla de abandono.Hablando de Caddy, Esther se sentía atraída por ella como por un imán. Era como si hubiera encontrado un alma gemela, alguien que sabía lo que era sentirse perdida y olvidada.A medida que los días se convertían en semanas, Esther también se dio cuenta de que estaba floreciendo. Asumió la responsabilidad de llevar la casa con gusto, y Jarndyce le puso el apodo de "Viejecita" .La vida en Bleak House se acomodó a un ritmo cómodo. Las mañanas se llenaban de sesiones de estudio, en las que Esther, Ada y Richard se sumergían en los libros como si fueran cofres del tesoro, y sus mentes se expandían como globos llenos de conocimientos.A pesar de todo, John Jarndyce era la estrella que les guiaba, siempre con una palabra de sabiduría o una palmadita en la espalda. Cultivaba sus talentos y sus sueños como un jardinero cuida de sus preciosos plantones.A medida que se desarrollaba su historia en Bleak House, Esther no podía evitar maravillarse de lo lejos que había llegado. De huérfana solitaria a miembro apreciado de esta alocada y maravillosa familia, su viaje fue como ver a una oruga transformarse en mariposa.Bleak House, con todos sus rincones y grietas, se había convertido en algo más que un hogar. Era un refugio seguro donde las almas perdidas encontraban su camino, donde las risas rebotaban en las paredes y donde el amor crecía tan salvaje y libre como las flores del jardín.Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, pintando el cielo de tonos rosas y dorados, Esther miraba por la ventana con una sonrisa capaz de iluminar la noche más oscura.Pero justo cuando Esther se estaba asentando en esta nueva vida, empezaron a llegar a sus oídos susurros de un viejo y enredado pleito. El nombre de Jarndyce aparecía una y otra vez, vinculado a una antigua batalla legal que parecía proyectar una larga sombra.
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