1. La profecía de las brujas El viento aúlla en un páramo sombrío y tormentoso de Escocia. En este lúgubre escenario, tres brujas aparecen de la nada, y su presencia augura los siniestros acontecimientos que están por desencadenarse. Estas espeluznantes hermanas se apiñan, cacarean y cuchichean sobre su próximo encuentro con Macbeth, un importante general del ejército del rey Duncan.Mientras tanto, Macbeth y su amigo Banquo estaban en la cresta de la ola tras arrasar en el campo de batalla. Acababan de derrotar al traidor Thane de Cawdor y a las molestas fuerzas noruegas. Era como si hubieran ganado la Champions y la Copa del Rey en un solo día. Mientras cruzaban el páramo, probablemente sintiéndose como los reyes del mundo, ¡ zas!No eran las típicas brujas de Halloween con sombreros puntiagudos y escobas. Parecían sacadas de una pesadilla, retorcidas y nudosas, como árboles alcanzados por un rayo que hubieran cobrado vida. Apuntaron a Macbeth como un misil teledirigido y le lanzaron tres predicciones descabelladas. Primero, dijeron que sería Thane de Glamis, lo cual era obvio puesto que ya ostentaba ese título. Luego soltaron la bomba de que se convertiría en Thane de Cawdor. Pero, ¿ lo mejor? Dijeron que acabaría siendo el Rey de Escocia.Macbeth se quedó de piedra, con la boca abierta, probablemente sintiéndose como si le hubiera pasado un tren por encima. Las brujas se volvieron hacia Banquo, y también tenían noticias para él. Le dijeron que sería el padre de toda una estirpe de reyes, pero que no llegaría a portar la corona. Era como decirle a alguien que ganaría la lotería, pero que no podría gastar el dinero. Menuda paradoja. Antes de que nadie pudiera hacer preguntas o pedir explicaciones, ¡ puf!Justo cuando intentaban asimilar lo sucedido, como si trataran de resolver un cubo de Rubik a ciegas, dos nobles, Ross y Angus, llegaron corriendo. Estaban eufóricos, dando saltos como niños la mañana de Reyes, diciéndole a Macbeth que el rey Duncan acababa de nombrarle nuevo Thane de Cawdor. Al parecer, el anterior había sido descubierto como traidor y lo habían destituido. ¡ Qué casualidad! Era como si el universo le estuviera gastando una broma pesada, pero Macbeth no se reía.Banquo, como hombre sensato que era, intentó frenar el tren desbocado de pensamientos de Macbeth. Advirtió a su amigo que tuviera cuidado, diciendo algo acerca de que el mal a menudo dice verdades a medias para engañar a la gente. Era como si intentara decir: "No vendas la piel del oso antes de cazarlo y, desde luego, no confíes en las brujas espeluznantes que te encuentres en el bosque".Mientras se dirigían al encuentro del rey, el cerebro de Macbeth echaba humo, como un motor a toda máquina. No podía dejar de pensar en convertirse en rey. Era como cuando no puedes sacarte de la cabeza una canción pegadiza, pero en lugar de una melodía, eran pensamientos de poder y gloria. Pero entonces la realidad le golpeaba, como un jarro de agua fría, y recordaba que incluso pensar en ser rey era prácticamente traición.Banquo no dejaba de mirar a Macbeth, dándose cuenta de lo callado y melancólico que se había vuelto. Era como ver nubes de tormenta en el horizonte, oscuras y amenazantes. Empezaba a preocuparle cómo esas profecías estaban jugando con la cabeza de su amigo.A medida que avanzaban, el paisaje parecía reflejar la agitación interior de Macbeth. Los brezales dieron paso a colinas onduladas y bosques oscuros, cuyas sombras eran tan profundas y misteriosas como los pensamientos de Macbeth. El aire estaba cargado de posibilidades y peligros, como la calma que precede a una gran tormenta.Cuando el sol empezó a ponerse, proyectando largas sombras sobre la tierra, Macbeth tomó una decisión. Escribiría a su esposa, Lady Macbeth, y le contaría todo lo sucedido. Su pluma arañó el pergamino, derramando todos los jugosos detalles sobre las profecías de las brujas. Mientras sellaba la carta, un escalofrío le recorrió la espalda. No podía evitar la sensación de que, al enviar este mensaje, estaba poniendo en marcha algo grande, algo que podría ser imposible de detener. ¿ Qué pensaría Lady Macbeth de todo esto?
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