Verona era una ciudad desgarrada por un rencor ancestral. Dos familias nobles, los Capuleto y los Montesco, estaban enfrentadas desde tiempos inmemoriales. Su odio era como una plaga que se extendía por la ciudad, infectando a todo aquel que tocaba. Ni siquiera los criados y allegados de estas familias podían escapar a la tensión.Y ahí estábamos, en plena plaza de la ciudad, cuando se armó la gorda. Empezó de a poco, ¿ sabes? Solo un par de sirvientes de cada familia echándose pullas. Pero vaya, la cosa se calentó en un santiamén. Antes de que te dieras cuenta, volaban los puños y las espadas estaban desenvainadas.Entonces apareció Benvolio, el primo de Romeo del bando Montesco. El pobre intentó hacer de pacificador. Pero fue tan efectivo como un paraguas de papel. Justo cuando creía que podía lograr algo, entró en escena Tybalt, del clan Capuleto. Este tipo era como un elefante en una cacharrería, siempre buscando bronca.Los vecinos de a pie de Verona estaban hasta las narices de este culebrón sin fin. Se metieron en la trifulca, gritando como energúmenos contra ambas familias. Era el caos total.Justo cuando la situación se descontrolaba, apareció el Príncipe Escalus con su guardia. Menudo momento. Estaba más cabreado que una mona, imponiendo la ley a diestro y siniestro. ¿ Su ultimátum? Si había más peleas, los alborotadores la palmarían.Tras el sermón del Príncipe, todos se esfumaron más rápido que el dinero a fin de mes. Los señores Montesco acorralaron a Benvolio, preocupadísimos por su hijo Romeo. Al parecer, el chaval andaba más triste que una magdalena.Y hete aquí que apareció el mismísimo Romeo, con cara de funeral. Sus padres, oliendo el drama adolescente, se esfumaron. A solas con Benvolio, Romeo se desahogó. Resulta que estaba colado hasta los huesos por una tal Rosaline. ¿ El problema?Romeo se lo estaba tomando fatal. Vagaba como alma en pena, suspirando dramáticamente cada dos por tres. El tío era una tragedia shakespeariana con patas. Su familia y amigos empezaban a temer que nunca levantara cabeza.La situación era un polvorín a punto de estallar. Una disputa familiar centenaria, una ciudad al borde del colapso y un Romeo enamorado en medio del fregado.Al caer la noche en Verona, el ambiente estaba cargado de tensión. Los Capuleto y los Montesco se retiraron a sus respectivos rincones, lamiendo sus heridas y tramando sus próximos movimientos. ¿ Y Romeo? Andaba perdido en su propio mundo de dolor y poesía. No sabía que sus amigos estaban urdiendo un plan. Un plan que lo cambiaría todo. Habían oído rumores de un baile de máscaras en casa de los Capuleto y estaban decididos a sacar a Romeo de su depre, aunque les costara un riñón.