Linda se apresuró a recibir a Willy cuando cruzó el umbral. Su rostro era un mapa de preocupación, surcado por líneas que parecían ahondarse a cada instante. Willy era un espectáculo lastimoso, forcejeando con sus cajas de muestras como si estuvieran repletas de plomo.La voz suave de Linda rompió el denso silencio, indagando sobre lo ocurrido. La respuesta de Willy fue como un torrente desbordado. ¿ Su viaje a Nueva Ingland? Un fiasco total. Kilómetros y kilómetros recorridos, ¿ y para qué? Nada más que gasolina malgastada e ilusiones rotas. No paraba de quejarse de su viejo Estudebeiker, comparándolo con una mula terca que se negaba a avanzar. Pero el coche no era el verdadero problema, ¿ sabes? Era el propio Willy.Linda, bendita sea, intentó tenderle un cable. Le sugirió que le pidiera a Jáuard, su jefe, un puesto en Nueva York. Nada de viajes, nada de coches poco fiables. Solo un trabajo estable cerca de casa. Sonaba ideal, ¿ no? Pero la respuesta de Willy fue como una veleta, oscilando entre la esperanza y la duda. Accedió a intentarlo, pero se notaba la falta de convicción en su voz.Mientras conversaban, la mirada de Willy se desvió hacia la ventana, y menuda vista. Pero no en el buen sentido. Donde antes había cielo abierto y posibilidades infinitas, ahora solo se alzaban edificios de apartamentos. Estructuras altas e imponentes que hacían que Willy se sintiera como sardina en lata.Linda hizo lo imposible por tranquilizarlo, por ser el ancla en el mar embravecido de las emociones de Willy.Luego la charla giró hacia sus hijos, Biff y Happy. Habían vuelto a casa por una temporada y Linda puso a Willy al tanto de la última ocurrencia de Biff: intentar pedir un préstamo para montar un negocio. Madre mía, tendrías que haber visto la cara de Willy cuando salió el nombre de Biff. Fue como presenciar una batalla.A medida que avanzaba la noche, Willy parecía perder el contacto con la realidad. Empezó a mascullar para sí, perdido en un laberinto de recuerdos y remordimientos.La casa de los Loman, otrora imagen del sueño americano, parecía ahora un barco que hacía aguas.Al acercarse el amanecer, el futuro se vislumbraba como un océano inexplorado, lleno de posibles peligros. Pero algo más se estaba cociendo, algo que podría cambiarlo todo. Linda guardaba un secreto que la carcomía por dentro. Miraba nerviosa a su alrededor, como si temiera que las paredes tuvieran oídos. ¿ Qué podía ser tan importante, tan inquietante, que ni siquiera podía confiárselo a su propio marido? Fuera lo que fuese, tenía que ver con dinero y con Charley, el vecino. ¿ Y primas de seguros? Esto no pintaba nada bien.