Gregor Samsa era un vendedor ambulante del montón. Hasta que una mañana cualquiera su vida dio un vuelco inesperado. Se despertó sintiéndose. raro. No era un simple "Vaya, he dormido fatal" , sino más bien un"¿ Qué demonios me está pasando?"Al principio, Gregor creyó que seguía soñando. ¿ Sabes esos sueños en los que te caes o se te caen los dientes? Pues este era como uno de esos, pero elevado a la enésima potencia. Intentó quitárselo de encima, pensando que en cualquier momento despertaría. Pero al tratar de darse la vuelta y ponerse cómodo, notó algo extraño.Su cuerpo no respondía como debería. Era como intentar conducir un coche con el volante al otro lado. Fue entonces cuando la horrible verdad empezó a calar hondo. Esto no era un sueño en absoluto.La mente de Gregor iba a mil por hora. Se miró y lo que vio parecía sacado de una película cutre de terror. Su cuerpo había cambiado por completo de la noche a la mañana. Donde antes estaba su forma humana normal, ahora había un bicho raro.Su espalda era dura y marrón, con forma de cúpula. Parecía que alguien le hubiera puesto un caparazón de tortuga mientras dormía. ¿ Y sus piernas? Mejor ni hablar. Eran muchas, delgadas y huesudas, agitándose en el aire como si tuvieran vida propia. Gregor se sentía como un títere con los hilos enredados, incapaz de controlar sus nuevas extremidades.Para rematar, ahora tenía unas antenas raras saliéndole de la cabeza. Se movían solas y captaban cosas que ni siquiera podía procesar. Era como tener dos dedos supersensibles brotando de la frente.Gregor intentó levantarse de la cama, pero fue en vano. Su nuevo cuerpo colaboraba tanto como un gato a la hora del baño. Sus patas se agitaban como locas, más parecidas a un montón de tentáculos descoordinados que a algo útil.¿ Lo más flipante de todo? A pesar de parecer un insecto gigante, la mente de Gregor seguía siendo 100% humana. Mientras se volvía tarumba por su nuevo cuerpo, también se estresaba por las cosas de siempre. Se preocupaba por llegar tarde al curro, por las facturas de su familia, por las reuniones aburridas que tenía ese día. Era como si su cerebro no se hubiera enterado de que su cuerpo se había vuelto Kafka.Al mirar el reloj, Gregor se dio cuenta de que ya llegaba tarde. Genial, lo que faltaba. Como si convertirse en un insecto no fuera suficiente, ahora también iba a llevarse una bronca de su jefe. La ansiedad empezó a acumularse en su interior como una olla exprés a punto de estallar. Casi podía oír la voz de su jefe, dándole la tabarra sobre la puntualidad y la responsabilidad.Gregor intentó buscarle una explicación a lo que le estaba pasando. ¿ Quizá comió algo en mal estado anoche? ¿ Podría ser una broma pesada? ¿ Estaba sufriendo algún tipo de crisis mental? Pero en el fondo, sabía que ninguna de esas explicaciones tenía sentido. Esta era su nueva realidad, por loca y descabellada que fuera.En un último intento desesperado por escapar de esta pesadilla, Gregor trató de volver a dormirse. Pensó que tal vez, solo tal vez, si lograba conciliar el sueño de nuevo, se despertaría en su cuerpo normal. Pero su nueva forma de insecto tenía otros planes. No importaba cómo se colocara, no había manera de ponerse cómodo.Cuando se dio cuenta de la realidad de su situación, Gregor sintió que le invadía una oleada de desesperación. Estaba atrapado así, al menos por ahora. Un hombre encerrado en el cuerpo de un insecto, con todas las preocupaciones y responsabilidades de su vida humana todavía pesando sobre él.Mientras el sol de la mañana se colaba por su ventana, Gregor Samsa se enfrentaba a la aterradora perspectiva de averiguar cómo vivir esta nueva y extraña existencia. El reloj de la pared avanzaba implacable, cada segundo era un martillazo que le recordaba que cada vez llegaba más tarde al trabajo. Estaba tumbado, con el cuerpo extraño y desconocido, transformado de la noche a la mañana en un insecto.