1. El comienzo de un niño Era una fría noche de viernes en marzo cuando vino al mundo un niño llamado David Copperfield. El pequeño nació en Blunderstone, Suffolk, de una joven y hermosa viuda llamada Clara Copperfield. Clara había perdido a su marido, el padre de David, apenas seis meses antes del nacimiento de su hijo. La pérdida había golpeado duramente a la familia, no solo emocionalmente, sino también económicamente.Desde el primer día, la vida del pequeño David fue como estar envuelto en una manta cálida y acogedora de cariño. No solo su madre le adoraba, sino también su fiel sirvienta, Clara Peggotty. Peggotty era harina de otro costal. Sus manos estaban curtidas por años de duro trabajo, pero su corazón era tierno como un malvavisco.A medida que David crecía, sus días se llenaban de esas alegrías sencillas que hacen que la infancia sea mágica. El jardín se convirtió en su patio de juegos, un mundo de posibilidades infinitas. Cada arbusto era un bosque encantado por explorar, cada flor un nuevo amigo por conocer. Y cuando no se iba de aventuras, se acurrucaba junto a su madre, con los ojos como platos y los oídos bien atentos, mientras ella le contaba historias de tierras lejanas y héroes valientes.Las tardes en casa de los Copperfield tenían un encanto especial. El salón era pequeño y estaba poco iluminado, pero parecía el lugar más acogedor del mundo. El fuego crepitaba suavemente al fondo, proyectando sombras danzantes en las paredes. Clara se sentaba en su sillón favorito, con la aguja brillando a la luz del fuego mientras cosía, y su dulce voz llenaba el aire de suaves nanas. Y allí estaba Peggotty, encaramada en su taburete como una guardiana vigilante, con el rostro contraído por la concentración mientras zurcía calcetines.Los domingos eran harina de otro costal. La familia se ponía sus mejores galas y se dirigía a la iglesia del pueblo. Para un niño como David, los sermones eran tan emocionantes como ver crecer la hierba. La mayoría de las veces, acababa durmiéndose en el regazo de su madre, arrullado por la voz monótona del predicador y el calor reconfortante de su madre.Con el paso del tiempo, David empezó a dar muestras de tener una mente muy despierta. Su madre se convirtió en su primera maestra, guiándole con paciencia a través de las letras y los números. David lo absorbía todo como una esponja, y su curiosidad crecía con cada cosa nueva que aprendía.Pero en la vida de los Copperfield no todo eran alegrías. El dinero escaseaba, y Clara y Peggotty tenían que hacer malabarismos para llegar a fin de mes. Hacían todo lo posible por proteger a David de estas preocupaciones. Para él, su mundo era perfecto: pequeño, sin duda, pero rebosante de amor y seguridad.Los primeros años de David fueron como un capullo, cálido y seguro, con su madre y Peggotty como capas protectoras que mantenían a raya las dificultades del mundo. Pero, como ocurre con todos los capullos, llegaría el momento en que David tendría que echar a volar y enfrentarse al mundo exterior.David no sabía que su acogedor mundo estaba a punto de dar un vuelco. Había cuchicheos en el pueblo, conversaciones en voz baja que se cortaban de golpe cuando él se acercaba. Su madre parecía distraída últimamente, a menudo ensimismada en sus pensamientos y con el ceño fruncido de preocupación. Incluso Peggotty actuaba de forma extraña, lanzando miradas inquietas a Clara cuando creía que nadie la veía. Algo se avecinaba, algo que lo cambiaría todo. El ambiente estaba cargado de expectación, como la calma que precede a la tormenta.
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