1. Mary Smith llega a Cranford 1. Mary Smith llega a Cranford Mary entró en la calle principal de Cranford y sintió como si hubiera retrocedido en el tiempo. El pintoresco pueblo, con sus cuidadas casitas y sus jardines bien atendidos, parecía congelado en una época pasada. Pero lo que realmente le llamó la atención fue la inusual escena social.Mientras se dirigía a la casa de las hermanas Jenkyns, a Mary le daba un vuelco el corazón. Al parecer, estas señoras eran las más importantes de Cranford, y ella estaba ansiosa por causar una buena impresión. Cuando por fin llegó, fue como encontrarse con dos caras de la misma moneda. La señorita Deborah era todo rigor y normas, recordándole a Mary a la profesora más estricta que había tenido.Entrar en su casa era como adentrarse en un museo donde temes tocar algo. Todas las superficies estaban cubiertas de encajes y tapetes, colocados con precisión militar. Mary casi esperaba ver carteles de "Prohibido tocar" en los muebles. Cuando se sentaron a tomar el té, probó por primera vez la famosa "economía elegante" de Cranford. Era como presenciar una obra bien ensayada.La merienda de los Jenkyns fue el bautismo de fuego de Mary en la sociedad de Cranford. La sala estaba repleta de señoras, cada una más colorida que un guacamayo en un jardín de flores. Parloteaban como una bandada de pájaros excitados, sus conversaciones eran una delicada danza entre jugosos cotilleos y modales correctos.A medida que avanzaba la velada, Mary empezó a comprender las reglas no escritas de Cranford. Hablar de dinero era tan tabú como ir a misa en pijama. ¿ Y sugerir algo más estimulante intelectualmente que una partida de cartas?Dos personajes destacaban entre la multitud como pavos reales en un corral. En primer lugar, la señora Jamieson, la aristócrata local que vivía en una casa tan lujosa que hacía que el palacio de Buckingham pareciera una caseta de jardín. Entró en la habitación con su perro faldero, con la nariz tan alta que podría haber estado olfateando las nubes. Luego estaba la señorita Pole, la cotilla del pueblo, que parecía conocer los asuntos de todo el mundo antes que ellos mismos.Con el paso de los días, Mary se sentía absorbida por el suave torbellino de la vida en Cranford. Era como estar envuelta en una manta cálida y ligeramente mohosa de espíritu comunitario. Se hizo especialmente amiga de la señorita Matty, que acogió a Mary bajo su ala como una gallina con un polluelo perdido.Al principio, Mary pensó que el ritmo lento de Cranford la volvería loca. Pero con el tiempo, empezó a verle el encanto. La vida aquí era como un río manso comparado con los rápidos de Drumble.Cuanto más tiempo pasaba Mary en Cranford, más se daba cuenta de que, bajo la superficie de la sociedad educada y las normas rígidas, había un profundo pozo de cariño y apoyo. Cuando una de las suyas tenía problemas, las damas de Cranford se unían como una bandada protectora de gallinas.A medida que Mary se adaptaba a su nueva vida, se sentía inesperadamente como en casa. El pueblo, con todas sus peculiaridades y manías, se había metido en su corazón como una enredadera persistente. Puede que llegara como una forastera, pero mientras se dormía aquella noche, Mary se dio cuenta de que ahora formaba parte de algo especial.Pero justo cuando Mary se estaba sintiendo cómoda con el suave ritmo de Cranford, no podía evitar la sensación de que algo estaba a punto de cambiar. Había murmullos en el aire, como los primeros indicios de una tormenta que se avecinaba. Las damas parecían más excitadas que de costumbre, sus cotilleos adquirían un tono urgente. ¿ Qué podría estar a punto de sacudir su tranquilo mundo?
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