Jean Valjean llevaba diecinueve años encerrado en una brutal prisión. ¿ Su delito? Simplemente robar una hogaza de pan para alimentar a su familia hambrienta e intentar escapar un par de veces cuando ya no aguantaba más. Ahora, finalmente en libertad condicional, Valjean se enfrenta a un mundo tan frío y hostil como su celda.El hombre que salía por las puertas de la prisión era muy diferente del joven desesperado que había entrado. Los ojos de Valjean, antes dulces y amables, ahora mostraban una mirada dura y amarga. Sus hombros estaban encorvados, como si cargara con el peso del mundo.Valjean intenta rehacer su vida, pero pronto se da cuenta de que ser "libre" conlleva sus propios problemas. El pasaporte amarillo que le obligan a llevar es como un cartel luminoso que grita: "¡ Expresidiario! Cuidado". Cada vez que llega a un sitio nuevo, es la misma historia: puertas que se cierran en sus narices, trabajos que se esfuman, gente que cruza la calle para evitarle.Pasan los días y Valjean está cada vez más hambriento y desesperado. Acaba en un pueblecito llamado Digne. Para él, no es más que otro punto en el mapa, otro lugar donde espera que le den la espalda. Pero Digne le tiene reservada una sorpresa: el obispo Myriel. Los lugareños le llaman "Monseigneur Bienvenu", el bienvenido.El obispo Myriel es de esas personas que te darían hasta el último céntimo y luego se disculparían por no tener más que ofrecer. Cuando ve a Valjean, ese tipo rudo y enfadado al que la mayoría evitaría como a la peste, el obispo ni pestañea. Invita a Valjean a su casa, le ofrece una comida caliente y una cama para pasar la noche.Valjean no da crédito. Lleva tanto tiempo siendo tratado como un perro que este simple acto de bondad le parece casi una trampa. Pero conforme avanza la noche y yace en esa cómoda cama, los viejos hábitos empiezan a resurgir.En la oscuridad de la noche, Valjean hace su jugada. Con el corazón a mil por hora, coge la plata y se escabulle en la oscuridad. Por un momento, se siente en la cima del mundo.La policía local, siempre recelosa de los forasteros, pilla a Valjean con las manos en la masa. Lo arrastran de vuelta a casa del obispo, probablemente esperando ser tratados como héroes por atrapar a este ladrón desagradecido.En lugar de acusar a Valjean, el obispo Myriel afirma que le regaló la plata. Y por si fuera poco, añade sus dos candelabros de plata al botín.Una vez que los confusos policías se han marchado, el obispo se dirige a Valjean. No hay ira en sus ojos, ni juicio, solo una esperanza profunda e inquebrantable. Le dice a Valjean que use esta plata, esta segunda oportunidad, para convertirse en un hombre honrado.Este momento sacude a Valjean como un terremoto. Toda la amargura, toda la rabia que le ha estado carcomiendo durante años, de repente se siente vacía y sin sentido. Se encuentra ante una elección que es a la vez aterradora y estimulante. ¿ Puede realmente cambiar?La lucha interna de Valjean es como una guerra civil, en la que su viejo yo y sus nuevas posibilidades se enfrentan en su mente. Pero al final, esa pequeña chispa de esperanza que encendió el obispo se convierte en una llama ardiente. Valjean toma su decisión.Con manos temblorosas, Valjean rompe su pasaporte amarillo, esos papeles condenatorios que le han definido durante tanto tiempo. Cuando los pedazos caen al suelo, es como ver cómo se desmorona su antigua vida. Elige un nuevo nombre, un nuevo propósito.Mientras Valjean emprende su nuevo camino, el peso de la plata del obispo en su mochila es un recordatorio constante de la extraordinaria bondad que lo cambió todo. Es más que un metal valioso: es un recordatorio físico de la confianza depositada en él, del potencial para el bien que existe incluso en aquellos a quienes la sociedad ha desechado.Pero el viaje de Valjean no ha hecho más que empezar. A medida que se aleja de Digne, un nuevo capítulo de su vida está a punto de desarrollarse. ¿ Qué le deparará el destino a este ex-convicto convertido en hombre honrado? ¿ Le alcanzará su pasado o será capaz de empezar de nuevo?