1. La presentación de la máquina del tiempo El Viajero del Taim era un científico brillante y excéntrico que residía en Richmond, Surrey. Su mente bullía constantemente con ideas que trascendían los límites de lo que la mayoría consideraba posible. Una noche, decidió organizar una cena en su casa, pero no se trataba de una reunión cualquiera.La lista de invitados era una extraña mezcolanza de personalidades que jamás esperarías ver juntas. Estaba yo, siempre dispuesto a escuchar las últimas novedades. Luego estaba el psicólogo, que lo analizaba todo como si fuera un rompecabezas por resolver. El médico se centraba en los hechos, casi podías ver los engranajes de su mente en movimiento. Para equilibrar la balanza, teníamos a un joven entusiasta que se emocionaba con cualquier cosa.Apenas habíamos terminado de degustar una exquisita cena cuando el Viajero del Taim nos miró fijamente, con la expresión de un niño a punto de mostrar su juguete nuevo. Se levantó y nos hizo un gesto para que le siguiéramos.Nos guió por el pasillo hasta su laboratorio. He visto montajes impresionantes antes, pero esto era harina de otro costal. Era como entrar en una película de ciencia ficción. Había aparatos y artilugios por doquier, zumbando y parpadeando como si tuvieran vida propia.En medio de aquel paraíso tecnológico había algo que parecía el hijo bastardo de una bicicleta y una máquina de vapor. Era todo latón reluciente y engranajes intrincados, como un reloj de bolsillo del tamaño de un coche pequeño. El Viajero del Taim, henchido de orgullo, soltó la bomba: aquel artilugio era su máquina del tiempo. Tendríais que haber visto nuestras caras.El psicólogo parecía haber mordido un limón, escéptico y agrio. El médico arqueó tanto la ceja que casi se le sale de la cara. ¿ Y el joven? Tenía los ojos como platos, prácticamente brillantes de emoción.Para demostrar que no nos tomaba el pelo, el Viajero del Taim sacó una versión en miniatura de la máquina, del tamaño de un despertador. Se la entregó al psicólogo, que seguía haciendo su mejor imitación de "no me lo trago", y le pidió que pulsara una palanca. El psicólogo, probablemente pensando que estaba a punto de desenmascarar un truco de salón, hizo lo que le pedía. Y de repente, ¡ zas! La maquinita se esfumó en el aire.La habitación estalló en caos más rápido de lo que se tarda en decir "¡ Recórcholis!" El médico tropezaba con su propia lógica, intentando encontrar una explicación racional a lo que acabábamos de presenciar. El joven rebotaba contra las paredes como si se hubiera bebido un litro de café. El alcalde parecía necesitar un trago fuerte, o quizá una botella entera.Explicó que había enviado la maqueta a toda pastilla hacia el futuro, como si fuera lo más normal del mundo.Durante una hora debatimos sobre lo que significaba todo aquello. ¿ Podríamos cambiar el pasado? ¿ Cómo sería el futuro? La conversación se extendió por toda la sala, las ideas volaban más rápido de lo que podíamos asimilarlas. Era como intentar beber de una manguera de posibilidades alucinantes.A medida que la noche avanzaba y nuestros cerebros parecían haber pasado por una batidora, el Viajero del Taim soltó otra bomba. Nos invitó a todos a volver la semana siguiente y prometió contarnos con pelos y señales su viaje en el tiempo.Salimos al fresco de la noche, con la mente zumbando más fuerte que un enjambre de abejas furiosas. No parábamos de hablar de lo que habíamos visto y oído. Incluso el escéptico psicólogo parecía conmocionado, como si le hubieran dado un bofetón con guante blanco.Por mi parte, no podía evitar la sensación de que acabábamos de presenciar algo que lo cambiaría todo. Era como estar al borde de un precipicio y contemplar un nuevo mundo de posibilidades.La semana que se avecinaba prometía ser la más larga de nuestras vidas. Todos estábamos en ascuas, esperando noticias sobre el viaje del Viajero del Taim.Aquella noche, tumbado en la cama, con la mente llena de visiones del pasado y del futuro, no pude evitar preguntarme qué estaría haciendo el Viajero del Taim en aquel momento. No sabía que ya se estaba preparando para su gran aventura. Probablemente su corazón latía desbocado, mezcla de emoción y nervios, mientras se acomodaba en su máquina del tiempo de tamaño natural. Casi podía imaginármelo respirando hondo, intentando calmar el temblor de sus manos mientras se preparaba para el increíble viaje que le esperaba. ¿ Qué pasaría cuando pulsara el interruptor? ¿ Dónde - o cuándo - acabaría?
Descargar para leer