1. Por la madriguera del conejo Alicia estaba sentada a orillas del río, muerta de aburrimiento. El calor sofocante no ayudaba a mejorar su humor. Su hermana estaba enfrascada en un libro, pero Alicia no le veía gracia a leer algo sin ilustraciones ni diálogos.El bochorno hacía que Alicia se sintiera aletargada, como si su cerebro estuviera envuelto en algodón. Pensó con desgana en hacer una corona de margaritas, sopesando si valía la pena el esfuerzo de levantarse a coger las flores.Un conejo blanco de ojos rosados pasó corriendo junto a ella. Los conejos no eran raros por allí, pero éste era diferente. Para empezar, llevaba chaleco. Y por si fuera poco, sacó un reloj de bolsillo, le echó un vistazo y salió pitando.Sin pensarlo dos veces, Alicia se puso en pie de un salto y persiguió al Conejo. Su curiosidad era como un reguero de pólvora que se extendía por su mente y la empujaba hacia adelante. Lo siguió justo a tiempo para verlo desaparecer por una gran madriguera bajo un seto.La madriguera no se parecía en nada a lo que Alicia había visto antes. Empezaba como un túnel normal, pero de repente se desvanecía. Antes de darse cuenta, Alicia estaba cayendo por lo que parecía el pozo más profundo del mundo. Pero este no era un pozo corriente.Había armarios y estanterías por todas partes, repletos de la más variopinta colección de objetos. Mapas y cuadros colgaban de ganchos, e incluso vio tarros de mermelada de naranja en algunos estantes. Era como caer en la despensa más estrafalaria del mundo. La mente de Alicia bullía de preguntas. ¿ Quién vivía aquí abajo? ¿ Por qué necesitaban tantos armarios?La caída parecía interminable. Alicia empezó a preguntarse si acabaría en las antípodas, donde la gente camina cabeza abajo. La idea la hizo reír, y el sonido resonó de forma extraña en el profundo pozo.De repente, con un golpe seco, Alicia aterrizó sobre un montón de palos y hojas secas. Sorprendentemente, no se había hecho ni un rasguño. Se levantó de un brinco, intentando ver hasta dónde había caído, pero estaba demasiado oscuro para distinguir nada.Decidida a no perder de vista al extraño ser, Alicia corrió tras él. Dobló una esquina, pero el Conejo se había esfumado. En su lugar, se encontró en un pasillo largo y bajo, iluminado por una hilera de lámparas que colgaban del techo. Era como estar en una casa de los horrores, pero sin la diversión. Las puertas se alineaban en las paredes, pero todas estaban cerradas a cal y canto.Mientras deambulaba de puerta en puerta, tropezó con una mesita de cristal de tres patas. Encima había una pequeña llave dorada. El corazón de Alicia dio un vuelco de emoción. ¿ Sería ésta su vía de escape? Probó la llave en todas las puertas, pero o era demasiado grande para las cerraduras o las cerraduras eran demasiado grandes para ella. Justo cuando estaba a punto de tirar la toalla, vio una cortina baja que no había notado antes. Detrás había una puerta diminuta, de unos veinticinco centímetros de alto.Alicia abrió la puerta y miró a través de ella. Al otro lado estaba el jardín más hermoso que jamás había visto. Estaba repleto de flores de colores y fuentes frescas y acogedoras. Alicia no deseaba otra cosa que escapar del oscuro vestíbulo y explorar aquel lugar mágico. Pero había un pequeño problema: era demasiado grande para entrar por la puerta.Decepcionada, Alicia volvió a la mesa de cristal, esperando encontrar otra llave o tal vez un libro titulado "Cómo encoger a la gente para dummies" . En su lugar, encontró una botellita que definitivamente no estaba allí antes.Puede que Alicia sintiera curiosidad, pero no tenía un pelo de tonta. Examinó la botella con cuidado, buscando cualquier señal que dijera "veneno" . Al no encontrar ninguna, decidió darle un trago. El sabor no se parecía a nada que hubiera probado antes: una mezcla de tarta de cereza, natillas, piña, pavo asado, toffee y tostadas con mantequilla caliente, todo a la vez.De repente, Alicia se sintió muy rara. Estaba encogiendo más rápido que un jersey de lana en una lavadora caliente. En un santiamén, sólo medía veinticinco centímetros. El tamaño perfecto para esa puertecita.La pobre Alicia hizo todo lo posible por trepar por las resbaladizas patas de la mesa, pero fue en vano. Agotada y frustrada, se sentó y se echó a llorar.Mientras se compadecía de sí misma, Alicia vio una cajita de cristal debajo de la mesa. Dentro había un pastel con la inscripción "CÓMEME" escrita con pasas. A estas alturas, Alicia pensó que las cosas no podían ir mucho peor, así que decidió comérselo.Dio un mordisco y esperó ansiosa, preguntándose hacia dónde crecería. Para su sorpresa, al principio no pasó nada.Y funcionó, pero no como Alicia esperaba. Empezó a crecer, a crecer y a crecer más. Era como si alguien hubiera puesto el turbo a su vida. Antes de que se diera cuenta, su cabeza chocaba contra el techo.Alicia cogió rápidamente la llave dorada y corrió hacia la puerta del jardín. Pero ahora tenía el problema contrario: era demasiado grande para pasar. Lo único que podía hacer era tumbarse de lado y asomarse con un ojo.Sintiéndose más perdida y confusa que antes, Alicia se sentó y empezó a llorar de nuevo. Sus lágrimas eran tan grandes que podrían haber llenado una bañera.Lo que Alicia no sabía era que su alocado viaje no había hecho más que empezar. Estaba a punto de embarcarse en una odisea que desafiaría todo lo que creía saber sobre el mundo. y sobre sí misma. Mientras reflexionaba sobre su próximo movimiento, una cosa estaba clara: había crecido demasiado para entrar por aquella puerta diminuta. Era como ser un gigante tratando de caber en una casa de muñecas, y esto definitivamente no tenía ni pizca de gracia.
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