1. El viaje de Jonathan Harker al castillo de Drácula Jonathan Harker estaba a punto de embarcarse en un viaje que cambiaría su vida para siempre. El joven abogado inglés no tenía ni idea de lo que le esperaba en Transilvania, donde iba a encontrarse con el misterioso Conde Drácula.Así que allí estaba él, abriéndose paso por Budapest. Era como ver una película en reversa: la bulliciosa ciudad se desvanecía poco a poco, dando paso al paisaje salvaje e indómito de los Cárpatos. ¡ Menudo choque cultural!A medida que Jonathan se adentraba en este territorio desconocido, las cosas empezaron a ponerse extrañas. Los lugareños estaban nerviosos, como si hubieran visto un fantasma. Sus ojos se movían inquietos y, cuando hablaban del camino, lo hacían en voz baja y con miradas preocupadas.Al llegar a Bistritz, Jonathan se hospedó en un pequeño hotel para pasar la noche. La mujer del posadero, pobre alma, parecía haber envejecido diez años de pura preocupación. Llevó a Jonathan aparte, con los ojos como platos, y prácticamente le suplicó que no continuara su viaje. Incluso le puso un crucifijo en la mano, insistiendo en que lo llevara como protección. Jonathan, típico inglés, pensó que era una exageración.Al día siguiente, Jonathan subió a un carruaje para continuar su viaje. El conductor era un tipo rudo con un acento más cerrado que una caja fuerte. Se negaba rotundamente a viajar de noche, murmurando algo sobre espíritus malignos que rondaban en la oscuridad. Vamos, ¿ en serio?Al acercarse al Paso Borgo, la situación se volvió realmente espeluznante en un abrir y cerrar de ojos. El bosque que les rodeaba parecía cobrar vida, como sacado de una película de terror. Las sombras danzaban entre los árboles, engañando a los ojos de Jonathan.De repente, ¡ zas! Estaban rodeados. Una manada de lobos, con los ojos brillando como brasas en la oscuridad, cercaba el carruaje. El corazón de Jonathan latía desbocado, como si quisiera salirse del pecho. Pero tan rápido como aparecieron, los lobos se dispersaron. El conductor había hecho. algo.Justo cuando el reloj marcaba la medianoche - porque claro, tenía que ser así - un carruaje negro apareció de la nada, materializándose de la niebla como un fantasma. Jonathan se dio cuenta, con una mezcla de alivio y pavor, de que era su transporte al Castillo de Drácula. AlEl viaje que siguió no se parecía a nada que Jonathan hubiera experimentado antes. El carruaje se movía tan rápido que el paisaje a su alrededor se volvía borroso, como si alguien hubiera derramado agua sobre un lienzo recién pintado.Cuando por fin llegaron al Castillo de Drácula, Jonathan estaba al borde del colapso. Y entonces vio al gran hombre en persona: el Conde Drácula. Imagínatelo: alto, pálido como la cera, con rasgos tan afilados que podrían cortar el aire. El tipo parecía una estatua de mármol que cobraba vida, pero con un toque depredador que erizaba el vello. Y los detalles, vaya. Orejas puntiagudas como las de un elfo, dientes demasiado afilados para ser naturales y, atención, pelo espeso en las palmas de las manos.A pesar de su apariencia sacada de un concurso de disfraces de Halloween, el conde recibió a Jonathan con unos modales dignos de la realeza. Su voz era suave como la seda, pero había un escalofrío subyacente que ponía los pelos de punta. Al entrar en el castillo, Jonathan no pudo evitar notar lo extraño que era todo. Los pasillos estaban más silenciosos que un cementerio a medianoche, sin sirvientes, sin nada. Y lo más curioso: ni un solo espejo a la vista. ¿Mientras Jonathan seguía al conde Drácula hacia el interior del castillo, no podía evitar la sensación de estar metiéndose en la boca del lobo. Las paredes parecían cerrarse sobre él, como si el castillo quisiera engullirlo. Cada sombra parecía esconder algo siniestro, esperando para saltar y gritar "¡ Bu!" .estaba atrapado en un mundo donde la realidad y la pesadilla se entremezclaban, y tenía la sensación de que su viaje estaba lejos de terminar. De hecho, no había hecho más que empezar. No sabía que su emocionante viaje de negocios estaba a punto de convertirse en unas vacaciones infernales. Mientras se instalaba en su habitación para pasar la noche, Jonathan no podía sacudirse la sensación de que algo iba muy, muy mal. El
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