Gabriel Oak era un joven pastor de unos veinte años, rebosante de ambiciones y sueños. Tenía el fuego de la juventud en las venas y la mirada puesta en un futuro prometedor. Cada día, en las ondulantes colinas de Norcombe, vigilaba su rebaño con ojo de águila, cayado en mano.Gabriel no era de los que malgastaban ni un céntimo. Como una hormiga previsora, ahorraba todo lo que podía. Su gran anhelo era arrendar su propia granja y formar un rebaño de doscientas ovejas.Con el paso de los años, Gabriel no cejó en su empeño, viviendo con lo justo y trabajando sin descanso. Y vaya si dio sus frutos. Al fin consiguió una modesta granja. No era gran cosa, pero era suya.La vida le sonreía y Gabriel creía tenerlo todo resuelto. Pero entonces, como un rayo en cielo sereno, apareció Bathsheba Everdene. Recién llegada al vecindario para vivir con su tía, era toda una aparición. Bathsheba era como una tormenta de verano: hermosa, indómita y totalmente impredecible.El pobre Gabriel no tenía escapatoria. Cual polilla atraída por la luz, quedó completamente prendado. En su cabeza, solo había una cosa que hacer: pedirle matrimonio.Pero Bathsheba no estaba por la labor. Miró a Gabriel como si le hubiera propuesto un viaje a la luna. "No te quiero", dijo sin rodeos. Esas palabras le cayeron a Gabriel como un jarro de agua fría. Bathsheba añadió que valoraba su independencia y que el matrimonio no entraba en sus planes.La mayoría de los hombres se habrían hundido en la miseria, pero no nuestro Gabriel. Se sacudió el polvo del orgullo herido y se volcó en su trabajo. La granja se convirtió en su mundo entero, las ovejas en su única compañía.Pero el destino, ese bromista implacable, tenía otros planes. Una noche oscura como boca de lobo, sobrevino la catástrofe. A George, el joven e inexperto perro pastor de Gabriel, se le metió entre ceja y ceja perseguir a todo el rebaño. Fue como una pesadilla: doscientas ovejas, balando aterrorizadas, corrían desbocadas hacia el borde de un acantilado.Las consecuencias fueron devastadoras. El mundo de Gabriel se vino abajo como un castillo de naipes. Tuvo que venderlo todo - la granja, sus pertenencias, hasta la camisa que llevaba puesta - para saldar sus deudas.Y allí estaba él, Gabriel Oak, otrora un prometedor granjero, ahora sin más que su cayado y cuatro trastos. Pero incluso ante este revés aplastante, el espíritu de Gabriel permaneció inquebrantable. Con la frente en alto, se dispuso a buscar trabajo en otra parte. El camino era tan incierto como una moneda al aire y se extendía ante él como un lienzo en blanco.Cuando Gabriel se alejó de todo lo conocido, ignoraba que la vida estaba a punto de darle otra vuelta de tuerca. A kilómetros de distancia, en un lugar llamado Weatherbury, se estaban cociendo acontecimientos que pronto lo arrastrarían de nuevo a la órbita de Bathsheba.