En la apacible Isla del Príncipe Eduardo, en un pueblecito llamado Avonlea, se alzaba una granja conocida como Tejas Verdes.Los Cuthbert no se hacían más jóvenes. Matthew rondaba los sesenta y Marilla le pisaba los talones. Llevaban años manejando la granja solos, pero la tarea se les estaba haciendo cuesta arriba.Parece sencillo, ¿ verdad? Pues aquí es donde la cosa se complica. Matthew, el pobre, era tímido como una violeta. Prefería enfrentarse a un oso antes que entablar conversación con un desconocido. Pero alguien tenía que ir a recoger al chico a la estación de Bright River, y Marilla no estaba por la labor.La estación bullía de gente cuando Matthew llegó, pero nada le había preparado para lo que encontró. En lugar de un muchacho robusto listo para las faenas del campo, había una niña flacucha con el pelo más rojo que la grana.Anne miró a Matthew y empezó a hablar por los codos. Estaba encantada con la idea de ir a Tejas Verdes, pintando con sus palabras el hogar amoroso que esperaba encontrar.¿ Y qué hizo? Pues subir a Anne a su carruaje y poner rumbo a casa, claro está. El viaje de vuelta fue una montaña rusa emocional. Anne relató su dura vida en orfanatos y como sirvienta en otras familias.Al llegar a Tejas Verdes, Marilla salió esperando ver a un niño. En su lugar, vio a Anne. Puso cara de haber chupado un limón podrido. Práctica hasta la médula, Marilla empezó a maquinar cómo solucionar aquel entuerto.Pero Anne no pensaba tirar la toalla sin pelear. Defendió su caso como una abogada curtida, compartiendo sus sueños de tener un verdadero hogar y prometiendo trabajar más que una hormiga.Marilla era dura de pelar, pero ni siquiera ella podía ignorar la mirada de cordero degollado de Matthew. Estaba más claro que el agua que se había encariñado con aquel torbellino pelirrojo.Había que ver la cara de Anne. Se iluminó como un árbol de Navidad y salió disparada a explorar Tejas Verdes como si fuera su propio país de las maravillas. Todo lo que veía recibía un nombre nuevo. ¿ El estanque del camino? Se convirtió en "El Lago de las Aguas Relucientes" . ¿ Y el huerto de manzanos en flor? Anne lo bautizó como"El Sendero Blanco de las Delicias"Al caer la tarde ese primer día, Tejas Verdes se sentía diferente. Era como si Anne hubiera traído un toque de color a su mundo en blanco y negro. Matthew estaba embelesado, Marilla sentía una curiosidad cautelosa, ¿ y Anne?El aire estaba cargado de posibilidades, e incluso la pragmática Marilla no podía evitar preguntarse qué aventuras traería esta niña a su tranquilo rincón de Avonlea.Poco sabían que la llegada de Anne iba a poner su mundo patas arriba. Mientras Anne se dormía en su nueva habitación, ninguno de ellos podía prever el torbellino de cambios y desafíos que les aguardaban.